“LA ROMERÍA ES EL ESTADO MÁS ELEVADO DEL SER HUMANO”
Concierto presentación de “Manual de Romería”,
Viernes 1 de diciembre de 2023, Escenario Santander.
La Mala Hierba
Dejamos fuera por un par de horas el peso de todo lo incómodo, la distorsión de los titulares, la tensión del “no llego” y los rastros del cansancio que se acumulan a medida que avanza la semana. Es viernes y tenemos romería.
Entre el público, quienes ya conocemos el directo de Rodrigo Cuevas, llegamos con la euforia a flor de piel, entregadas de antemano a lo que proponga. Quienes no lo han visto nunca, se van contagiando de la alegría y el punto de acelerón que se transmite en los abrazos y las risas del encuentro.
Comienza la banda tras unas mesas-altares que se iluminan y la voz de Rodrigo literalmente cae desde lo alto. No está en el escenario, sino asomado al balcón, en una suerte de ronda a la inversa que nos invita a escuchar al “paxarín detrás de Casa Pericu” en una tarde de verano con BYPA, la canción que abre el disco. Su bajada por la escalera es lenta y ceremoniosa, como la de toda vedette que se precie. Se regodea en cada escalón, degusta cada palabra y ondea el abanico (qué mejor bandera). Atraviesa cantando el “prau” imaginario en el que esperamos el comienzo del baile las casi mil personas que hemos llenado el Escenario Santander.
Ya en las tablas dará comienzo la fiesta y el ansia de romería, más aún en diciembre, más aún en una tarde lluviosa y fría, se manifiesta en cada canción. Rodrigo nos da lo que queremos e incluso lo que no sabíamos que necesitábamos, sostenido por una banda fantástica que despliega percusiones, palmas, coros, electrónica y mucho disfrute compartido. Desde el prau coreamos y bailamos a conciencia, nos reímos con ganas, nos abrazamos, gritamos… Esto es, claro, nos celebramos abiertas y libres. Celebramos porque sentir esta alegría es razón suficiente.
Junto a las canciones del disco que presenta hoy, “Manual de Romería” (2023), trae otras del anterior “Manual de Cortejo” (2019). La sorpresa que causó el primer trabajo no se difumina en éste, dando continuidad a esa mezcla, inaudita a priori, de las músicas tradicionales del norte peninsular con la electrónica en sus diferentes estilos. Poner de la mano al legado del folk más genuino, con programaciones y sampleos, y conseguir que no quieras que termine la noche, bailando el xiringüelu hasta desfallecer, es un destello, una fisura en el sistema.
Pero más allá de la música, trabajada e impecable en su ejecución, está él, Rodrigo, el hechicero al que no puedes dejar de mirar, ante el que aceptas plegarte confiada para que ejerza en ti todo su poder reparador. Tanto es así que en algún momento nos descubriremos cantando a voz en grito, sin ápice de pudor, “Un verano en Santander” de los Carabelas, entrando a su juego sin límites ni juicio.
Entre canción y canción nos cuenta cosas con cercanía de barra de bar, nos provoca (“vamos a ver si ahora cantáis como si tuvieseis ganas de vivir, ho”), nos hace reír muchísimo. Es hermoso descubrir entre las caras, aquellas que evidencian deslumbradas que esta es su primera vez en un concierto del asturiano.
La romería de Rodrigo Cuevas nos muestra la voz y el color de una tradición popular y colectiva, poco conocida, arrinconada por el mainstream o cubierta por la pátina de un conservadurismo encorsetado, que puja con fuerza por explayarse a gusto y romper las lindes. Un acervo musical y lírico lleno de belleza, ironía y tonalidades, que en los últimos años encuentra canales a través de los cuales asomar y echar raíces de hiedra para agarrarse bien al siglo XXI. Propuestas como las de Los hermanos Cubero, María Arnal y Marcel Bagés, la pionera Carmen Paris, el Naán, las jóvenes Tanxugueiras o Aliboria, o nuestra montañesa Casa Palma, entre otras tantas “agitaciones folkloricas”, como diría Rodrigo. Sin olvidar a las irreductibles formaciones y asociaciones de pueblos y barrios que siempre han estado ahí, cantando, bailando y tocando estos cantares sin firma, estos cantares sin tiempo.
“Manual de Romería” es con todo celebración y sobre todo libertad. Una libertad consciente, respetuosa, sabedora de que no es un regalo sino una conquista, una libertad que reconoce y nombra a quienes nos la trajeron y que nos sitúa en un lugar clave de responsabilidad para preservarla. Su arte es, sin evasivas, un acto político (¿y qué arte no lo es?), no se amedrenta al explicitar su compromiso con el colectivo LGTBQ+, con el feminismo, con la escucha atenta a las voces silenciadas y devaluadas de las viejas y viejos, con la apuesta por el hacer grupal frente al individualismo… Pero no suena a panfleto ni a consigna, su arte suena a nuevo, a posibilidad. Su arte, cargado de memoria, mira con orgullo y esperanza al frente.
Un momento de silencio casi total se abre paso entre la farra cuando llega “Rambal” y todo el mundo escucha o tararea bajito para no tapar lo sentido del cantar. También hay quienes lloran, muy suave, muy hondo, porque saben de primera piel lo que cuenta esta historia. “Rambalín”, Alberto Alonso Blanco, fue hijo de “Concha la guapa” y creció en el barrio de Cimadevilla de Xixón en los años de la guerra civil y la y posguerra, libre y protegido a pesar de la expresión de su identidad y sexualidad fuera de la norma, libre y querido en su travestismo y sus espectáculos vecinales de copla y cuplé. Murió apuñalado a los 46 años. Nunca se supo, porque no se investigó, quién lo mató (“un pez gordo” escuchamos en la voz cascada de Fredesvinda “La Tarabica”).
Rodrigo emociona: “le quisieron quitar la gloria y yo le escribí esta canción para darle la eternidad”.
Pero que no desfallezca el ánimo, esto va de celebrar, porque la alegría y el disfrute consciente y colectivo son armas imprescindibles frente al rictus de quienes amenazan con arrebatarnos derechos, espacios y dignidad, quienes por negar, niegan hasta la existencia de vidas fuera de la norma y tratan de doblegarlas con persecución y violencia. “Tanto vale el que se expone como el que arropa”, dice el hechicero, que bien sabe de lo uno y lo otro. Así que arropémonos como es debido para seguir, para seguir bailando, que estamos de romería.
El concierto transita por la jota ligera, el vals, la habanera, la muñeira… Ahora copla, “El día que nací yo” , ¿suenan ritmos andinos?, venga, dale, el perreo hasta abajo y llegamos al paroxismo de una rave. Cuando ya todo termina con la piel tersa de sudor y endorfinas, Rodrigo y la banda saludan, agradecen, reciben los aplausos y vítores, se encienden las luces… Y todavía queda un poquito más. Comienza a sonar “Woman del Callao” de Juan Luis Guerra y otra vez el cuerpo manda y a “soñar sin tiempo ni pena, dancing in this Paradise, everytime ay ay ay ay ay ay”.
Ojalá vengan muchos días en los que nos pesen estas romerías.
Rodrigo Cuevas: voz, pandereta y pandero
Mapi Quintana: pandero, pandereta, palmas, vocoder, contrabajo y voz
Juanjo Díaz: percusiones
Rubén Bada: guitarras, coros, palmas y pandero
Tino Cuesta: programaciones, sintetizadores, coros y acordeón
Antes de terminar…
Me puse a escribir esta crónica sabiendo que no podría ser objetiva. Consciente de mi embelesamiento por Rodrigo Cuevas y su música, por un instante, temí empachar. El escrúpulo se me pasó rápido, pues solo así podría hacerlo, mi pasión de fan es justamente el sitio desde el que quisiera llamar la atención de quien no lo conoce, incitar a escuchar su música y a no perderse la oportunidad de verlo en directo.
Pero en fin, que para salir un poco del círculo de mi romance particular, me pareció oportuno abrirlo y dejar paso a otras experiencias, aprovechar el espacio de NdR para que aquí también quedara testimonio colectivo. Por eso comparto las vivencias de otras romeras y romeros que estuvieron esa noche, desde la cual empezamos a contar los días que nos quedan hasta volver a encontrarnos.
“Pues a mí me fascinó esa mezcla de desinhibición total, de ironía, de transgresión revolucionaria incitándonos a querernos, a convivir y a hacer del baile, la canción, la cultura, un arma maravilloso para decir basta. Me trasmitió mucha pasión. Hubiera querido que durará toda la noche, meciéndonos”.
“Un concierto fiesta. Que incluso la incomodidad de la gente que se dedica a hablar en la barra me la trajo al pairo.
Estética Glam del siglo 21 que yo hecho de menos en los directos de hoy en día. Rodrigo es un Showman”
“Pues como el disco: una romería, el encuentro con gente con ganas de bailar y reír y sentirse libres”
“Estuve todo el concierto pensado “es una persona muy libre, da gusto verle, escucharle y sentirle”
“Es la mezcla perfecta. Un poquito de folklore, un poquito de electrónica, una voz preciosa y entre todo, mucho mensaje”
“Sale al escenario con espíritu de divo y ganas de pasarlo bien. Nunca me gustó más la canción de “Un verano en Santander”.
“¡Una auténtica vedette! ¡Libre, transgresora, divertida!
Transmite lo que siente según lo siente y llega por auténtico!!
Me encanta su tonalidad, escuchar su voz también llega hondo”.
“Yo viendo a Rodrigo pensé que es genial ver a gente con propuestas que te hacen ver el mundo desde un sitio que ni habías imaginado, que te alegra y te rompe a partes iguales, que te hace bailar y te acerca a lo distinto…”
“A mi me conecta con la alegría, con las ganas de vivir plenamente. Me parece que me está invitando, gritando: ” ¡¡¡que haces ahí, que miras!!! Coge tu cuerpo y disfruta, baila, siente, muévete y sobre todo, sobre todo: se libre. Es una auténtica invitación y provocación a habitar nuestros cuerpos y nuestro mundo”
“Nosotros somos el luego, ustedes son el pasado”
Manuel Molina