Vamos a ponernos en antecedentes, estamos en el año de George Orwell, a estas alturas Scorpions ya son una banda consolidada en todo el mundo, comenzaron con un sonido más cercano al progresivo setentero y poco a poco fueron centrando sus canciones en estructuras mucho más sencillas pero muy efectivas, centradas en el estribillo y con momentos de lucimiento guitarril, pero sin cebarse. Los ochenta los comienzan con el pie cruzado, estando Klaus a punto de perder la voz y volviendo renovado y con nuevos matices en su estilo para grabar Blackout, que consigue un éxito más que notable.
Pero el verdadero pepinazo, al menos a nivel comercial llega con “Love at first Sting”, triple platino en los estados unidos en el primer año, (nada mal para unos alemanes eh?), la gira de presentación les llevaría a llenar tres noches consecutivas el Madison Square Garden de Nueva York y a ser la primera banda occidental en tocar al otro lado del telón de acero. El secreto era un disco de alto nivel general con puntos álgidos en indiscutibles singles como Bad Boys Running Wild, Rock you like a Hurricane, Big City Nights o la incontestable Still Loving You que haría repetir para siempre a nuestras madres que “como las baladas heavies no las hay iguales de bonitas”, y ayudaría a abrir la puerta del metal a incontables novias de tipos peludos durante el resto de década.
Los ochenta, mirados con perspectiva están llenos de clichés que a veces nos sonrojan, pero sin embargo hay bandas y discos que podrían ser editados hoy con la frente bien alta. Love at first Sting es uno de esos albumes que, pese a ser muy representativos del sonido que se hacía cuando salieron, ven pasar los años sin tener nada de lo que arrepentirse. Corren tiempos modernos y ahora se estilan otras tendencias, pero las buenas canciones permanecerán para siempre. No será la última vez que visitemos la discografía de los Scorpions, ya que hay mucho que rescatar para que no caigan en el olvido.
Comentario por Oskar Sánchez