Cada día, Sebastián recoge a sus hijos, Luna y Luca, en el piso de Delia, su ex-mujer y juegan a “ver quién llega antes” abajo: los niños por las escaleras, el papá por el ascensor, un juego que a Delia no le gusta. Un día Sebastián llega a la planta baja y los niños no están y tampoco los encuentra al buscarlos. Comienza a aflorar el miedo cuando recibe una llamada telefónica en la que un secuestrador pone precio para la liberación de sus hijos. Sebastián descubre la fragilidad de su mundo y tiene que decidir hasta dónde está dispuesto a llegar para reconstruirlo.
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