SEPULTURA – Beneath the Remains

Ya terminaban los ochenta y el Thrash metal, que había nacido oficialmente a principios de la misma ya estaba crecidito. El sonido se había ido acelerando y ensuciando en diversas corrientes que pronto empezaron a recibir diversos nombres distintos a la rama principal tal y como sucedió con el Speed Metal y el primigenio Death Metal. El fenómeno se extendió como la polvora y pronto comenzaron a surgir bandas de Thrash (y derivados) por todo el mundo, en el sureste de Brasil los Hermanos Cavalera formaban Sepultura y publicaban su primer Split ya en 1985. Tras alcanzar cierta popularidad en los circuitos más underground con Schizofrenia, en 1989, casi cerrando la década publicaban lo que podríamos considerar su disco más importante de esta primera etapa y el que les dio a conocer a un nivel mucho más general en todo el mundo: Beneath the Remains, que ahora nos ocupa.

Beneath the Remains se puede considerar a dia de hoy como un auténtico clásico que transladó a muchos de los oyentes de metal de la época un paso hacia adelante en el nivel de caña que estaban dispuestos a asumir, cierto es que no fueron los primeros en acelerar el Thrash Metal, pero junto con Slayer, de quienes obviamente se influenciaron probablemente fueron de los más populares fuera de circulos muy específicos.

Según el propio Max Cavalera fue con este disco con el que Sepultura realmente encontraron su sonido, aunque más bien podríamos añadir que en cierta medida consiguieron reflejar su sonido en un disco gracias a que fue el primero de sus discos que contó con una buena producción, ya que el sonido de la banda siguió evolucionando con el paso de los años y los discos como todos sabemos bien.

Tal vez en Beneath the Remains es donde encontramos a los Sepultura más puros, llenos de rabia y velocidad. Temas como Beneath the Remains o Inner Self que abren este plástico ya han cruzado, tras veinte años, la barrera que nos permite señalarles sin duda como clásicos, definitorios del Thrash / Death Metal.

Comentario por Oskar Sánchez