La historia de Skid Row no dista mucho de la de tantas otras bandas de finales de los ochenta. Chavales de New Jersey, criados a ritmo de bandas como Kiss, Aerosmith, Judas Priest, Black Sabbath, los Rolling Stones o Van Halen. Dave comenzó a tocar la guitarra a la edad de 14; su madre, de quien heredó el apodo de “Snake” se la había regalado a su hermano mayor, pero este pronto perdió el interés por la música. Pocos años después Dave “Snake” Sabo se unió a la banda de su vecino, un tal John Francis Bongiovi, con quien estuvo presentando la demo Runaway durante tres semanas en un pequeño tour por el área de Nueva York. Pronto fue sustituido por Richie Sambora, pero conservó la amistad con Jon, y la promesa mutua de que si uno de los dos triunfaba en el negocio, le echaría una mano al otro en cuanto tuviese la ocasión.
Rachel Bolan dejaba claras sus influencias en su nombre y apellidos artisticos. Había mezclado Richard y Manuel, por parte de hermano y abuelo, con su adoración con T-Rex. Contactó con Sabo y Scotti Hill a través de anuncios en el periódico. Sabo a su vez incorporó a Rob Afusso con quien ya había coincidido en una de las pruebas para Bon Jovi. El primer cantante de Skid Row fue Matt Fallon, que había pasado anteriormente por Anthrax durante una corta temporada. Junto a Fallow grabaron una primera demo con Youth Gone Wild y 18 and Life en el estudio de Bon Jovi, además de coescribir Midnight / Tornado junto a Sabo. Hicieron algunos Clubs, y abrieron para Bon Jovi en la gira de Slippery When Wet, hasta que se separaron en el año 1987, cuando Skid encontraron a su cantante más conocido y carismático, Sebastian Bach.
Sebastian Philip Bierk, había formado parte previamente de una pequeña banda llamada Kid Wikkid y también había pasado fugazmente por Madam X junto a las hermanas Petrucci (Vixen). Bach y Skid Row cruzaron sus caminos en la boda de Mark Weiss, que acababa de hacer la sesión fotográfica para Slippery When Wet. Al parecer fueron los padres de Jon Bon Jovi los que incitaron a Dave Sabo a probarle para su banda, tras oírle cantar y fliparlo con su alto registro y gran actitud.
Con 35,000 dólares pagados a Gary Moore obtuvieron los derechos sobre el nombre de la banda, ya con el apoyo de Doc MacGhee, manager de Bon Jovi, y un contrato firmado con Atlantic Records, todo estaba allanado para el éxito de su debut. Skid Row es uno de esos discos rompedores de principio a fin, perfectamente compensado y sin un sólo momento flojo, un Apettite for Destruction, sin ningún baden. A pesar de su constante relación con Bon Jovi, Skid Row fueron una banda más callejera y sucia, tal vez a medio camino entre Guns N’ Roses y Mötley Crüe, por poner la horquilla en algún lado. Cuarenta minutos, once temazos de puro Sleaze, con su baladón correspondiente por cada cara. Como tantas bandas de la época jugaron bien esas cartas, por un lado eran tíos duros y gamberros a los que se les había ido la mano con la laca y el rimmel, por otro lado se ponían tiernos y ablandaban el corazón de ellas, ganandose su sitio en las cintas recopilatorias y los lentos de las discotecas. Sebastian era un tío tan guapo como polémico, tan pronto te ponía morritos como te partía la cabeza de un botellazo. En las entrevistas a veces parecía muy lúcido, pero luego se plantaba una camiseta con el slogan “AIDS Kills Fags Dead” parodiando a “Raid kills bugs dead”. En definitiva el arquetipo de cantante ochentero polémico, que a veces nos hacía flipar y a veces nos daban ganas de matarle.
La gira les llevó a compartir cartel con bandas como Mr. Big, Mötley Crüe, Aerosmith y finalmente Guns N’ Roses con quienes trabaron una duradera amistad. Vendieron cinco millones de copias, y dejaron todo listo para que su siguiente álbum Slave to the Grind debutase directamente en el uno del Billboard. Sin embargo el éxito comercial empezó a declinar poco después ante el auge del Grunge. Como anécdota hay que contar que Skid Row le ofrecieron a unos incipientes Nirvana ser teloneros suyos, pero estos declinaron, al considerar a la banda homófoba por el tema de la camiseta. No deja de ser curioso que el primer nombre de Nirvana fuese también Skid Row.
Más tarde intentaron subirse al carro del nuevo metal que habían traido de la mano bandas como Pantera, endureciendo considerablemente su sonido (sin dejar de ser Skid), pero parecía ya tarde para ellos. Subhuman vendió por debajo de las expectativas, y se separaron tras una discusión sobre la conveniencia de ser, o no, teloneros de Kiss.
Desde el año 99 y ya con sólo tres de los miembros fundadores han intentado volver a la pomada, con buenos discos de Rock, que han encontrado respuesta por parte de los más acérrimos seguidores del estilo, pero no han llamado la atención fuera de él.
Volviendo la vista atrás el final de los ochenta nos parece una época muy mágica. Todo estaba a punto de cambiar pero aún nadie lo sabía. Los noventa fueron una resaca triste y oscura, como los primeros ochenta fueron un despertar a los excesos de los setenta, como los setenta rompieron el sueño hippie. En 1989 la fiesta estaba en pleno exceso, a punto de quebrar, y en ese momento cumbre surgieron algunos discos magníficos, como este, que guardamos junto a nuestros mejores recuerdos, y que miramos ahora con tanta devoción como extrañeza.