¡Qué años aquellos! ¿Verdad? Recien cruzada la barrera al S. XXI y los ordenadores parecían seguir funcionando sin muchos más males que un pantallazo azul de cuando en cuando.
Pongamonos en situación. El video mató a la estrella de la radio, y el Grunge a las lentejuelas. Ya hemos dejado de lado el Brit Pop, algunos grandes del Thrash acaban de intentar hacerse hueco en espacios más comerciales, mientras fuera de los focos, la música exterma ha tenido un importante crecimiento y protagonismo durante la anterior década. Toca ponerse el chandal.
Parecía que todo estaba ya contado, pero nunca es así. Mientras haya gente joven con sincera capacidad de sorpresa, la rueda seguirá girando.
Estamos en el año de la revolución del intercambio de archivos en internet, pero aun no eramos conscientes de cómo iba a modificar todo el paradigma. Napster alcanza los 26,4 millones de usuarios y la industria se tambalea. Aun quedaba camino por recorrer, el DVD es el formato preferido para consumir películas, comienzan también las descargas, pero las plataformas de streaming aun nos quedaban lejos, hasta 2005 ni siquiera existía Youtube.
Algunas de las revistas en papel agrupan a varias nuevas bandas bajo la etiqueta de Nu Metal, un saco de lo más ambigo, Limp Bizkit, Deftones, Korn, Linkin Park, Papa Roach, Disturbed, Slipknot, un Huevo y una Castaña. Tú dirás.
Como siempre, el tiempo separa la paja y el grano, los viejos escupen en los bares y se quejan de que eso ya se dijo antes, y los melómanos intentamos añadir buenos discos y buenos recuerdos a nuestras privadas colecciones.
El Motor está encharcado. Se ha vuelto a atascar el baño. Da igual. Pinchan Chop Suey y todos saltamos.
Desde la pareja Hipnotize / Mezmerize llevamos 15 años casi sin noticias, llegue o no la rumoreada Estampida de Elefantes, es tiempo de mirar con perspectiva y alucinar pensando en que apenas siete años contaron todo lo que tenían que contar para que su nombre tenga un hueco para siempre junto a los grandes.
¿Que tenían para convertirse en multiplatino? ¿Que tenían para que aun nos sepamos sus canciones entre tantas otras contemporaneas que hemos olvidado? Pues probablemente el fuerte contraste entre un enfoque enrevesado y bizarro y las rotundas dianas de sus estribillos. El crear ante todo temazos cabezones que te permitían bailar, y a la vez la prodijiosa voz de Tankian sorprendiendo con su versatilidad y su impresionante capacidad para crear líneas memorables en lugares imposibles. Los contrapuntos de Malakian. Sus aun impactantes letras, su compromiso político. Su chocante mezcla ente el metal más pesado y las armonías importadas del folk armenio. Y sobre todo ello Rick Rubin dando y puliendo cera, para convertir este segundo disco en un clásico imperecedero.