Hace aproximadamente un siglo, la industria musical era un negocio en ciernes, llevado buena parte por tenderos locales, visionarios y aventureros. Las canciones se editaban en singles de vinilo a 78 r.p.m., en los que únicamente cabía un tema por cara, que se escuchaban en gramófonos. El proceso de evolución de formatos y aparatos reproductores evolucionó en paralelo al gran desarrollo industrial en Estados Unidos, que se acrecentó tras la posguerra, pero en estos inicios los gramófonos no eran objetos habituales ni asequibles y en muchos casos había que recurrir a las gramolas para, por un módico precio, escuchar, si la tenía, la canción que deseabas.
El medio de difusión omnipresente era la radio y, de hecho, muchas veces los artistas tenían sus propios programas. En este apartado del disco clásico del mes hemos explorado ya alguna vez estos escenarios primigenios desde la vertiente afroamericana, con figuras del blues del Delta como Robert Johnson, y en esta ocasión, nos vamos a detener en las raíces blancas con The Carter Family. Esta distinción resulta relevante, porque no podemos olvidar que, en Estados Unidos a efectos prácticos y sobre todo en el Sur, persistía una sociedad segregada y la música no era inmune a este hecho. Es bien conocida la anécdota, inmortalizada en la película Bird de Clint Eastwood, de la gira de Charlie Parker por los estados del Sur presentando a Red Rodney como el trompetista albino. En este contexto nos encontramos en esta reseña con unos titanes de la música popular “euroamericana” sin los que no podría entenderse ni la evolución posterior de artistas como Hank Williams, que daría origen al estilo country tal y como lo conocemos, ni la escena folk que abanderaron Woody Guthrie o Pete Seeger, y de la que nacería después Bob Dylan. También partimos en este caso de una localización geográfica que origina un género, en este caso el delta del Mississippi se transmuta en los montes Apalaches y la herencia africana se convierte en la música tradicional que los colonos provenientes de las islas británicas que poblaron la zona llevaban consigo y que se convirtió en la música ‘hillbilly’, término que, por otra parte, también se usaba como gentilicio, con connotaciones a veces despectivas, de los habitantes de estos entornos rurales.
The Carter family, seguramente junto a Jimmy Rodgers, son el elemento que representa la transición de este entonces denostado género popular al country, sin olvidar, como hemos comentado, su influencia clave en otros estilos como el folk y el bluegrass que llegaría, de manera indirecta, también al rock.
The Carter family fue iniciado por un vendedor de árboles frutales llamado A.P Carter, que embarcó en principio a su mujer Sara, y posteriormente a la mujer de su hermano, Maybelle, por otra parte prima de Sara, en el proyecto. Todos ellos habían mamado la tradición desde pequeños y conocían bien el cancionero popular de los Apalaches, que constituyó la base fundamental de su repertorio y que actualizaron, popularizaron e hicieron propio. Sus armonías vocales y, sobre todo, la forma característica de tocar la guitarra de Maybelle se convirtieron en señas características del grupo y modelo a seguir para las generaciones posteriores.
Algunas de las técnicas que Maybelle usaba fueron claves en el desarrollo de la guitarra como instrumento solista dentro de la música country y del bluegrass. De hecho, por ejemplo, su uso de las cuerdas graves para tocar melodías al tiempo que ejecuta el ritmo con las agudas fue incluso adaptado a otros instrumentos como el banjo.
En cuanto al disco en concreto que hemos elegido, se trata de “American epic: the best of the Carter family”, un recopilatorio de 2017, surgido como banda sonora de una serie de documentales para televisión dedicada a la música de raíz. La compilación incluye temas grabados entre 1927 y 1933, que corresponden a la primera etapa de la formación original, para la discográfica Victor. Después, la llegada de la gran depresión, sumada a la separación matrimonial de A.P y Sara mantuvo a la formación bajo mínimos, hasta que en 1936 un nuevo contrato con Decca y su vinculación a un programa de radio en Texas supuso una nueva etapa que les catapultó a cotas de popularidad que no habían alcanzado con anterioridad hasta su disolución definitiva en 1943. El legado fue continuado por derivados de la banda original. Primero, sobre todo, por Maybelle y sus hijas, pero después de la muerte de A.P en 1960, incluso por reencarnaciones del grupo con Sara, Maybelle y uno de sus hijos.
En cualquier caso, en este “American epic” nos encontramos al principio de todo, con un conjunto de canciones que muestran con claridad el estilo de The Carter Family. Los tres cantan y combinan sus voces, los recursos guitarrísticos de Maybelle ya muestran el denominado “Carter Pickin” que ha resultado tan influyente con posterioridad, y el resto de acompañamientos son sobrios, normalmente Sara con otra guitarra o un autoarpa. Dentro de los temas elegidos aparecen auténticos clásicos del cancionero popular americano como “Keep on the sunny side”, “John Hardy was a desperate little man” o “I will never marry”. Sorprende, sin embargo, que no se haya incluido el que seguramente es su himno más conocido “Can the circle be unbroken”, asociada también a Pete Seeger, que la convirtió en parte esencial de su repertorio. Por otra parte, escuchando “When the world’s on fire” es inevitable acordarse de “This land is your land”, que compuso Woody Guthrie en 1940 como respuesta al “God bless America” de Irving Berlin. En realidad, la melodía de ambas composiciones proviene de un antiguo himno baptista “Oh my loving brother”.
Al final, con estas viejas joyas siempre digo lo mismo: Cuesta entrar en el sonido de grabaciones realizadas hace casi un siglo, y puede resultar áspero para oídos educados en producciones mucho más pulidas, pero el premio es acceder a una parte esencial de la música popular del siglo XX y a claves que explican mucho de lo que pasó después. Esencial para buceadores.
Oscar García del Pomar