THE CHIGROS
Corría el año 2010 cuando, de manera casual y tras la gran confusión provocada por la “globalización”, seis seres de distintas culturas, tradiciones, climas y gastronomías deciden juntarse y transgredir las leyes imperantes. A partir de ese momento, estos seis hombres con nombres propios y vidas dispares han impregnado de acordes, ritmos y melodías la cornisa cantábrica, tomando ésta como base de operaciones.
Hu Jiabao, alias Kung-Funk del templo Shaolin (China), salió de este lugar con su bicicleta, la guitarra a cuestas y un saco de arroz.HU sentía un deseo enorme de vivir nuevas experiencias y de liberarse de las estrictas normas que imponía la vida en el templo y el control férreo del partido sobre la sociedad civil. Tal deseo le hizo comenzar a pedalear sin un rumbo claro pero con determinación. Así Cruzó la Gran Muralla China, países como Kyrgyzstan, Uzbekistan o Kazakhstan, y en este último se encontró con Hakeem Anamalay Abdullah, nacido en Mumbay (India), que viajaba con su elefante (Ganesha). Hakeem también sentía que era el momento de cambiar de aires, de experimentar nuevas sensaciones. Por eso había dejado su oficio de fakir y había emprendido camino con Ganesha. Hu Y Hakeem decidieron que querían buscar un clima más templado su destino sería Hispania (la cuna de la “chigrada”). Su periplo comenzaba a tomar forma…….
Tras un duro camino por Rusia y Ucrania, en el que las dificultades obligaron a Abdullah a vender su elefante para conseguir víveres, se desviaron de su ruta planificada y se toparon en el bucuresti gypsy ghetto con Mihai Gica Róman Ionescu (Romania), quien jugándose la vida entre las chabolas y los escombros consigue salvarles de una muerte segura a manos de unos asaltadores de caminos. Así empieza una bonita relación.
Como Mihai necesitaba también un cambio (los secuestros express en su país estaban de capa caída), decidió unirse al peregrinaje de Hu Jiabao y Abdullah. Juntos iban cantando a la vida en su viaje eterno: Mihai desde su carromato, arrastrado por su burro, era una lluvia incesante de ideas, y Hu Jiabao y Anamalay Abdullah, los dos en la bicicleta, soltaban soniquetes por su bocas sedientas de agua pero repletas de músicas mestizas…..
Desde el primer instante, a Gica le hizo gracia ver juntos a un indio de tez oscura y a un chino de piel más bien pálida. Nunca había conocido dos tipos tan dispares que, sin embargo, estuvieran tan unidos. Un buen día, se le ocurrió confesarles esta impresión: “señores, me encanta vuestro rollo chino-negro”. Todos comenzaron a reír entonces y a fuerza de repetir aquella expresión (” chino-negro, chino-negro, chino-negro”) terminaron acuñando un nuevo término, una palabra única que reflejaría esa mezcla singular que se había producido: “CHIGRO”.
Tras atravesar países como Hungría y Eslovenia decidieron descansar unos días por la mafiosa Italia, en donde, un buen día, por el sur del país, tras un momento bastante tenso en el barrio de Secondigliano, conocen a David Rosamentablutovich “el chigro rabino”. Natural de Tel -Aviv (Israel), David, que andaba por el Mediterráneo haciendo negocios con diamantes (ya que es su país natal la cosa estaba “muy mala”), congenió a la perfección con
el trío chigro. Gracias a esa química inicial, terminaron pasando una semana juntos, charlando, riendo, cantando y bailando. Pasados esos días de comunión intercultural, a Hu, Hakeem y Gica no les resultó difícil convencer a David de que debían establecerse todos en España donde los chigros podrían encontrar esos aires que buscaban y donde David podría disponer de un buen mercado para hacer sus business (conocía al “bigotes” de un crucero por el Adriático).
Pasaron los días y llegaron al norte de España, donde se integraron perfectamente, ya que el entonces Presidente cántabro les trató a las mil maravillas (les daba anchoas, sobaos pasiegos etc….), y los negocios de David funcionaban lo suficientemente bien como para dar de comer a toda la troop. Pasaron los meses y al cuarteto comenzó a percibir una carencia, un vacío espiritual: le faltaba algo en su nueva tierra… necesitaban aires cálidos, mas “sabrosura”, una inyección de azúcarrrrrr!……. Aquello debía de resolverse de inmediato porque a este mundo hemos venido a gosaaaaarl , no a sufriiiiiil.
Al otro lado del charco, en la afamada ciudad de Miami se encontraba haciendo de las suyas, es decir, tráfico de armas ligeras, un tal Jeffrey Simon de Castro, aka J.S-Little Havana (Miami). Ya cansado de esa vida rutinaria y maléfica, decide darse un descanso y tomarse unas merecidas vacaciones (no sin antes arreglar cuentas con malos “pagadores” que le “pillaban” de camino en Cuba y La República Dominicana) en el Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Allí, gozando de las playas caribeñas, se topa con Singuenthon Rolando Ramírez De Los Santos (nacido en San Germán). Concretamente se conocieron en la playa Flamenco, donde Singuenthon impartía clases de Reggaeton y Bomba, además de fabricar figuras de Arte Sacro, así se ganaba la vida el humilde boricua… Ambos tuvieron muy buena conexión desde un principio, estaban todo el día de parranda y gosadera, pero un buen día (mejor dicho una noche loca de vino, cerveza, licores y más), se les cruzaron los cables y pensaron cambiar el Caribe por el Atlántico… Cruzaron el “charco” en el lujoso yate que J.S había “comprado” en San Juan (muy bien acompañados por media docena de chicas bacanas) y en cuestión de semanas arribaron por caprichos del destino en el puerto de Santander. Tras varios días de parranda por Cañadío y el Río de La Pila, se toparon con el resto de la chigrada de una forma muy curiosa, (Mihai intentó “darles el palo” ya que una fuerte crisis económica había limitado seriamente los negocios de David que era el sustento del cuarteto y el hambre había empezado a causar estragos en los chigros…)
En ese preciso momento, el vacío espiritual que el cuarteto venia sintiendo desapareció: Jeffrey y Singuenthon habían venido para rellenarlo. El mestizaje definitivo estaba servido. En plena calle, estos seis personajes sacaron sus instrumentos y comenzaron a “darle” de forma espontánea, sin ningún tipo de atadura. La gente que por allí pasaba comenzó a arrimarse y a bailar sus ritmos como si les fuese la vida en ello. Un viejo comentó que su ritmo “subía por la espalda y llegaba al infinito y que todos lo bailaban moviendo el culito”. En ese momento los Chigros entendieron inmediatamente que su nueva forma de vida no sería el fakirismo, el Arte Sacro o la compraventa de diamantes: Los Chigros serían músicos callejeros, de parranda y gosadera.
Y es así como comienza la historia de The Chigros. Para ver como sigue a partir de ahora, sólo debes abrir tus oídos y estar atento en cada esquina, cada bareto, cada campa de Cantabria: de cualquier rincón pueden aflorar melodías chigras…