THE VELVET UNDERGROUND – The Velvet Underground & Nico
The Velvet Underground eran cuatro personajes de pinta extraña y costumbres peligrosas que a mediados de los sesenta vivían en Nueva York y hacían música rara. Andy Warhol, siempre en busca de freaks a los que explotar, se topa con ellos y se convierte en su manager; pero piensa que el grupo necesita una imagen con gancho, así que les trae a la supermodelo alemana Nico para que cante con ellos. Con la formación ya completa, Warhol envía al grupo de gira por los Estados Unidos y consigue que el sello Verve, especializado en jazz, publique su primer álbum en 1967.
A grandes rasgos, así es como nace uno de los discos más influyentes de la historia del rock. Un trabajo en el que un manto de sonido bastante chatarrero (que tiene muy poco que ver con el preciosismo de algunos de los discos posteriores del grupo) da cobijo a rock’n’roll clásico, porque “Run, Run, Run”, “Waiting for the Man” o “There She Goes Again” o la primera parte de “European Son” no dejan de ser canciones de rythim’n’blues con ritmo machacón a lo Boo Didley. También hay pop puro en el sonido suave de “Sunday Morning”, “Femme Fatale” o “I’ll Be Your Mirror”. Pero lo que marca el abismo entre este álbum y el resto del rock de la época es su sintonía con las vanguardias experimentales de mediados del siglo XX: el minimalismo, que se hace presente en el sonido primitivo, repetitivo e hipnótico del grupo, (muy claro en “All Tomorrow Parties”, en “Venus in Furs” o en “Heroin”), y el ruidismo del chirrido de cuerdas disonantes que arden entre distorsión y feedback, llevados al límite en “The Black Angel’s Death Song” o en “European Son”.
Echar un repaso a los protagonistas de esta película puede ayudar a comprender cómo fue la gestación de este disco. Así, Lou Reed ejercía de líder de la banda. Fue el responsable de las letras del album y en los créditos figura como compositor único de nueve de los once temas. Siempre ha sido un ogro, pero en aquellos años además solía comportarse como un tarado que conseguía caer mal a todo el mundo. Siempre me ha hecho gracia esto que John Cale dijo en una entrevista. “En aquellos días Lou estaba muy bien pagado de sí mismo y estaba muy amariconado. Le llamábamos Lulú”. ¿Qué os parece eso, fans de Metallica?
John Cale era el tío de la viola eléctrica. Venía de Gales, tenía formación musical clásica y anteriormente había colaborado con John Cage, Iannis Xenakis, LaMonte Young… así que sería el vínculo entre la banda y las vanguardias. La formación se completa con Moe Tucker, la andrógina que aporreaba de pie un set mínimo de batería, y el guitarra y bajista Sterling Morrison, de quien no se me ocurre nada especial que contar.
A pesar de su aspecto angelical, Nico tenía una personalidad un tanto tormentosa; esto, unido a que los miembros la Velvet entendieron su presencia como una imposición, hizo que desde un primer momento sufriera el rechazo del resto de la banda. Ella esperaba protagonizar todas las canciones del LP pero finalmente solo le dejaron cantar tres. Su participación fue uno de los caprichos de Andy Warhol y su colega Paul Morrisey. Ellos fueron quienes sacaron al grupo de gira y consiguieron que se grabara el disco. Warhol también diseñó la portada del plátano, que en bastantes ediciones del LP consistía en una pegatina que al despegarla dejaba a la vista un bonito plátano rosa del amor. Y ambos les dejaron tirados cuando se aburrieron del rock. Warhol debió de ser un tío bastante capullo, pero si su nombre no hubiera estado asociado al proyecto es más que probable que la Velvet nunca hubieran conseguido salir del barrio de Queens.
Prácticamente nada de lo que rodea a “The Velvet Underground & Nico” resulta amable o complaciente. Bien por su salvajismo o bien por su sofisticación, nada de este disco se acerca a lo que se esperaba que un grupo de rock hiciera en 1967. Buena parte de las letras cuentan historias sobre drogas, sexo chungo y violencia. Incluso en momentos aparentemente más apacibles como “Femme Fatale” o “I’ll Be Your Mirror” dejan ver una psicología un tanto retorcida. De hecho, a pesar de la brutalidad explícita, los propios textos del grupo marcan distancias respecto a lo que cuentan. El crítico Alex Ross habla de canciones “con una emoción insulsa, no sentimental (…) dejando al oyente con al desagradable sensación de que estas canciones a menudo nostálgicas sobreviven al capricho de una cruel autoridad”. Todo esto encaja con lo que la banda hacía en directo por aquel entonces. Ronnie Cutrone (¡toma apellido!), uno de sus colaboradores en aquella época, describe cómo eran sus conciertos: “Salíamos, nos pinchábamos, levantábamos pesas, disparábamos flashes a los ojos del público, los amenazábamos con látigos, simulábamos actos sexuales mientras las películas de Andy Warhol se proyectaban sobre nosotros y la Velvet tocaba de espaldas”.
Este interés por disgustar a todo el mundo sin distinciones se tradujo en una indiferencia general. La repercusión del disco fue nula en el momento de su lanzamiento, y no empezó a ser reconocido hasta algunos años después, cuando el propio grupo ya había suavizado su propuesta. Desde entonces, su popularidad no ha dejado de crecer, hasta llegar a ser mayoritariamente considerado como uno de los elementos más audaces de la historia del rock y como uno de los discos más influyentes que se hayan publicado.
Comentario por Carlos Caneda