En Trois Couleurs: Blanc “Blanco” volvemos a ser testigos de un intimista estudio de personajes, una representación de humanidad que se traslada de París a los fríos y blancos parajes de la Polonia natal de Krzysztof Kieślowski. El tono de esta cinta es sin duda más amable que el de Trois Couleurs: Bleu (Azul), pero no nos equivoquemos: estamos ante una comedia triste, en palabras del propio director; y aunque por momentos nos haga sonreír debido a las disparatadas situaciones que atraviesa Karol (deliciosa e ingenuamente interpretado por Zbigniew Zamachowski), no deja de atenazarnos en ningún momento, pues esa actitud de abandono y desorientación debida a la muerte (o, quizás, debida a la vida) de su anterior obra, pasa a ser aquí un macabro juego relacionado con la propia muerte, una lección de búsqueda de los verdaderos propósitos que nos mueven a hacer lo que hacemos, una historia de amor imposible, retorcida pero a la vez necesaria para dar sentido a los comportamientos que vemos en pantalla…
El tema de la bandera francesa pretende ser la Igualdad en esta cinta, y como igualitaria podemos definir esa intención del personaje principal por encauzar su vida, huyendo de un país que le es extraño y que le impide sentirse dueño de sí mismo para poder cumplir con su mujer. Esta (una fría pero maravillosa Julie Delpy, como una gatita continuamente en celo) lo abandona por no sentirse satisfecha sexualmente, y Karol decide entonces regresar a Varsovia oculto en una maleta, donde comenzará desde cero e irá amasando una fortuna que le permita volver por todo lo alto.