El sábado 21 de diciembre, antes de las diez y media de la noche, VAQUERO comenzaban su actuación en el bar KALIMBA de Los Corrales de Buelna. Volvían al lugar que sienten como su casa para presentar su último álbum: “La grandeza de mis pequeñas cosas”.
Un disco muy personal, con notas melódicas y letras muy intimistas, con las que el público conecta desde la primera escucha. La voz de Juan Carlos, Vaquero, rasgaba el ambiente para susurrarnos «No pongas demasiadas expectativas, nuestros contratos están sin firmar, estoy abierto a pasar un buen rato…»… Y era justo lo que queríamos todos los allí presentes, disfrutar de una gran noche de música en directo. Continuaron, invitándonos a viajar a los recuerdos donde cuando el tiempo sucede sin prisa y se desafía a la rutina con una dosis de locura es mucho mejor. Óscar, Tito, marcaba el ritmo a la batería, dejándose la piel como en cada actuación, y Verónica al bajo demostraba una vez más que no hay quien la gane en cuanto a rollazo, carisma y potencial. Los presentes, junto a Vaquero y los tres genios que le acompañan, cantamos: Solo busco un motivo, algo en lo que pueda creer, se me torció el camino, de la cabeza a los pies…
Y es que sus letras son tan cercanas, tan reales, que es imposible no sentirse identificados con cada estrofa. A “Piedras” le siguieron canciones como “El chico de los recados” y su imprescindible versión de “Princesa”. Como estrellas varadas se dejaron llevar y cantaron: «Navego por avenidas de sueños perdidos, y mis resacas malditas solo se quitan contigo…»
“Sin norte”, la balada “La piel del viento” que dedicaron a Reinosa, la ciudad de Vaquero y Abel, y que recientemente ha sufrido el caos de las riadas y cuantiosos destrozos materiales, y “Voy en un coche” fueron algunas de las siguientes canciones antes de continuar con una canción muy reivindicativa que Vaquero dedicó a Ruth y a una servidora para que siguiéramos luchando por nuestros sueños. No pude evitar emocionarme. “Me quiero viva” es un letra que todas las mujeres deberíamos llevar tatuada a fuego en nuestra alma para no olvidarnos de a dónde podemos llegar si creemos más en nosotras mismas, que somos capaces de salir de nuestras propias ruinas y romper los moldes para volver a ser más mujeres, a empezar cuando el amor duela, cuando nos cansemos de fracasar.
Mil gracias a Vaquero por este himno, tan necesario en los tiempos que corren dados los acontecimientos sufridos en nuestra sociedad. El ambiente electrificado a esas alturas de la noche, siguió in crescendo en cuanto sonaron los acordes de “El roce de tu cuerpo”. El respetable viajó hacia su adolescencia y rockeó entre coreos. Todos juntos saltamos al vacío para brindar por los “malos tragos”, y nos sentimos como Bonnie and Clide, movimos las caderas sin parar, entre cervezas y sonrisas. Con “No dudaría” la noche regresó a la calma y nos pusimos sentimentales con la dedicatoria a “Támara” la hermana de Verónica que nunca se pierde los conciertos en el pueblo y siempre está en primera fila como la buena fan número uno que es.
La maestría de Abel a la guitarra es innegable, es una delicia para los sentidos escucharle tocar, y sus manos consiguieron que cada acorde se electrificara hasta hacernos abrir las alas, en cada solo y volar sintiéndonos súper heroes por unos momentos, brindando con Whisky barato, aprendiendo en soledad dónde debemos estar aunque el invierno sea frío, aunque a momentos nos sintamos un corazón pequeño cuando no acertamos a lanzar las palabras, cuando nos desvivimos por hacer reír a quien ni siquiera nos extraña. Y como canta Juan Carlos quizás llegará el día en el que nos atreveremos más y lo pensaremos menos…y volaremos…
Volaremos como la noche del sábado lo hicimos junto a Vaquero.
Gracias, chicos, por la complicidad entre vosotros, por la cercanía con el público y por la energía que desprendéis. Gracias por una gran noche de pop-rock que ya se necesitaba. ¡A seguir dándolo todo!.
Crónica y fotos: Rebeka Bañuelos.