Triple oferta metálica en una tarde/noche lluviosa de sábado y con una Sala La Riviera muy concurrida, pero no atestada (parece que hoy en día hay una especie de competición por colgar el cartel de «sold out», y uno, que no tiene vocación de sardina enlatada, piensa que siempre sería mejor, llegado el caso, buscar un local más grande y poner el cartel de «todavía hay entradas», por el negocio y para no tener que planificar la asistencia con 2 años de antelación; pero ésa es otra historia…).
Apenas había escuchado, de pasada y sin prestar demasiada atención, a WOLVES IN THE THRONE ROOM. Gran error. Después de verles en concierto, puedo reconocer que me han ganado para su causa. Fueron la banda de la noche más cercana a los postulados del black metal, aunque aderezado con algunas sonoridades folk y tribales, y con un sutil aire de misticismo (quemaron incienso, no digo más). Tuvieron además el privilegio de contar con la única presencia femenina en el escenario (Brittany McConnell, ex-Wolvserpent: teclados y percusión), algo que aún hoy en día sigue siendo anecdótico y que esperemos que deje de serlo en un futuro muy cercano. Intensos y muy emocionantes.
Que me disculpen los fans, que son muchos, pero nunca me gustaron AT THE GATES. Escuché algunos de sus primeros discos hace más años de los que me apetece recordar, y no pude conectar con su propuesta. Merecen todo el respeto del mundo por ser auténticos pioneros del «sonido Gothenburg» (o «death metal melódico», para que nos entendamos), pero siempre me interesaron más otros compañeros de época y estilo, especialmente In Flames y Dark Tranquility. Su concierto no me hizo cambiar de opinión. Fue correcto, menos potente que sus compañeros de cartel, con una puesta en escena muy mejorable (esa gorra, por Satanás….!!!), pero reivindicable y muy jaleado por el público. Sin embargo, no pude evitar la sensación de que ya han dado todo lo que podían dar.
Con la banda principal del evento, igual de veterana que At The Gates, pasa justamente lo contrario. BEHEMOTH están en un momento cumbre de su carrera, ellos lo saben y el público también. Con un sonido impecable y contundente como un bloque de mármol, y una puesta en escena que aporta cosas nuevas en cada tema (luces, oscuridad, humo, bengalas, más humo, antorchas, mucho más humo, cambios de maquillaje y vestuario, máscaras, tambores…), los polacos nos ofrecieron un repertorio centrado principalmente en sus 3 últimos discos, sin fisuras y sin piedad. La única pega que se les podría poner sería la brevedad del set (una hora y cuarto más bien justa), y la sensación de que todo estaba programado al milímetro, lo cual le restaba algo de espontaneidad al asunto. En cualquier caso, las huestes de Nergal están preparadas para dar el salto a la División de Honor. Quizá para ello tengan que alejarse un poco del aroma a azufre, algo a lo que el señor Darski ya está acostumbrado en interesantes proyectos paralelos como Me And That Man; o bien puede que el gran público acoja sin prejuicios su filosofía, lo cual sería más deseable aún. Sea como sea, será digno de ver. Y además, Aleister Crowley les tutela desde el fondo del escenario. Grandes.