Terminan los 60 y con ellos la hegemonía de la Psicodelia, el movimiento musical y artístico que acaparó los últimos años de esa década. Entre las diversas tendencias que surgen a partir de aquella, el Rock Sinfónico, o Progresivo, o Moog Rock será uno de los más influyentes y aclamados en los recién estrenados 70. Pink Floyd, Jethro Tull, Greenslade, Gentle Giant, Supertramp, King Crimson, Emerson, Lake and Palmer o Genesis con sus respectivos matices de originalidad y procedencia, serán soportes del movimiento.
Pero si hay un grupo cuyo nombre nos asalta nada más referirnos al progresivo ese es, sin duda, Yes. Sus letras oníricas, colmadas de referencias a leyendas, a la literatura épica o a religiones orientales. Su iconografía e imagen, brillante, indisoluble de ellos mismos, ya un referente en la historia del rock, y su música elaborada, trabajada hasta la perfección, con constantes variaciones rítmicas y superposición de acentos y frases les otorgan ese carácter referente. Una vez un crítico dijo de ellos que YES creaba para una sola canción tantos ritmos y melodías como las que utilizan para hacer discos completos la inmensa mayoría de los grupos. YES es, probablemente el Grupo. Donde los egos de cinco genios, instrumentistas por encima de la élite desaparecen para fundirse en un todo absoluto. Un ejemplo, las complejísimas armonías vocales no son responsabilidad de Anderson, la voz, como cupiera esperarse, sino de Squire, que tenía formación de conservatorio en ese campo.
Yes (Album) fue mucho más que un aviso donde aparecían ya temas fantásticos de una gran belleza (Starship Trooper, Yours is not disgrace, Your Move…) Fraglie fue la confirmación de que este no era un grupo de ocasión (Roundabout, Heart of the Sunrise, Long distance run a round…) Y por fin el Cenit. Closet o the Edge; Un viaje sónico único, un deleite absoluto, una obra perfecta. Tres temas que buscan desde el mismo inicio apoderarse de la mente de quien los escucha para hacerla viajar, abstraerse y disfrutar. Cambios de tempo vertiginosos, armonías en cascada, rock poderoso que convive, en el mismo instante, con sonidos de órgano de tubos y coros de clara reminiscencia religiosa. A lo largo de toda la obra, que en definitiva es un todo, el sonido acústico, limpio y claro, convive con los sintetizadores mágicos de Wakeman (cuando el moog rompe feroz con la grandiosidad del órgano en I get up… es uno de esos instantes memorables) y el bajo definitivo de Squire. Y por encima de todo, la voz blanca de Anderson invitándonos a soñar mientras contemplamos el dibujo imposible de Roger Dean. La embriagadora sencillez de And You and I y su clímax, son los diez minutos más breves que se hayan podido concebir. Una de las canciones de mi vida.
Siberian Khatru, más poderosa, más eléctrica y con un mayor protagonismo para el perfeccionismo de Howe. Durante años esta fue la pieza que abría los conciertos del grupo. Close to the Edge es imprescindible. Obligatorio. Un verdadero deleite. Una obra pensada para acomodarse, bajar la luz y dejarse llevar. Quizá una de las grandes aportaciones del CD frente al vinilo sea esa, que no hay que levantarse para cambiar de cara. Y aquí se agradece y mucho.
Comentario por Manuel Teira